sábado, 27 de septiembre de 2014

Platon

Teologia de Platon

Cuando era joven vio con sus propios ojos la caída del régimen democrático a manos de la dictadura de los Treinta Tiranos. Entre ellos estaba su tío Critias. Aunque en un principio pensó que traerían más justicia a la ciudad pronto hicieron parecer de oro al anterior régimen democrático. A Sócrates, “el hombre más justo de su época”, quisieron hacerle cómplice de sus crímenes obligándolo a capturar a un ciudadano que debía ser ejecutado. Sócrates se negó, arriesgándose a cualquier tipo de castigo. Los demócratas acusaron a Socrates de impiedad y lo ejecutaron.

Platón consideró la posibilidad de intervenir para mejorar las cosas. Sin embargo, el caos era tal que pronto abandonó toda esperanza de encontrar una ocasión para actuar. Platón deja claro que su objetivo no era dar un golpe de estado, sino invitar a Dioniso a mejorar su vida y el gobierno de la ciudad sin incluir para nada la violencia en sus planes.

Platón quiere silenciar las quejas que pueda haber entre los lectores amigos de Dión contra Atenas por la acción de estos dos individuos pues también es él ateniense y nunca traicionó a Dión a pesar de las riquezas y honores que le ofreció Dioniso. En cualquier caso, la lección está clara: no someter jamás la ciudad a dueños absolutos sino a las leyes. (334 c) Al contrario, establecer una “legislación igual y común para todos”, tanto sicilianos como griegos.
Pasa Platón a recordar cómo fue su tercer viaje a Siracusa. Dioniso era un tirano vanidoso que aspiraba a rodearse de sabiduría así que volvió a llamar a Platón. Lo hizo a través de Arquedemo, discípulo de Arquitas de Tarento, amigo de Platón.
Al encontrarse con Dión en Olimpia Platón le cuenta lo sucedido y le dice que está demasiado viejo para conspirar y hacer la guerra así que “mientras estéis deseando haceros mal, buscad otros aliados.” Platón empezaba a aborrecer sus andanzas por Sicilia y su fracaso. Para finalizar, Platón elogia a Dión por sus buenas intenciones para con su ciudad pero reconoce que no supo calcular la maldad de quienes lo acompañaban.



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